Santa, Andrés y la complejidad de la silla
Por: Enrique (Kiki) Álvarez y Cuba Posible. 2016-11-23
https://cubaposible.com/santa-andres-y-la-complejidad-de-la-silla/
Lo primero es Santa y la silla, una imagen que nos incita a interrogarnos antes de entrar en el relato. ¿Quién es esta mujer que atraviesa un recorrido tan largo con una silla en la mano? ¿De dónde viene, a dónde va? No lo sabemos, pero querer conocerla es lo que conduce el itinerario dramático de esta película.
Santa y Andrés es la historia de Santa; ella es la protagonista y vigilar a Andrés, para que no salga de su casa durante tres días, su misión. Por eso la silla. Santa llega, informa el objeto de su visita y se sienta frente a la casa de Andrés, dispuesta a ser espectadora y testigo de la cotidianidad de este hombre que vive en el margen de la sociedad.
En ese principio Santa y Andrés son opuestos, ella es revolucionaria y él un escritor censurado, obligados a estar juntos durante un tiempo por una circunstancia que ellos no han decidido pero que los conduce, poco a poco, a un acercamiento y a un reconocimiento “del otro” que define la voluntad humanística de esta película.
Santa es frontal y Andrés es sinuoso: ella tiene una verdad que defender y él un secreto que ocultar; pero al principio es ella la que está tensa e incómoda con la situación, mientras que él, acostumbrado a este tipo de visitas, se muestra más relajado. Lo hermoso de este encuentro es que a medida que se conocen y Santa se va relajando y aproximando, Andrés se va crispando; él es un hombre herido, desconfiado, que con la irrupción de Santa, recibe el regalo de una amistad inesperada.
Para cumplir su misión, Santa no ha sido bien orientada, ni siquiera sabe muy bien por qué Andrés es considerado un peligro para la sociedad. Jesús, su jefe, con el cual es evidente que ha tenido una relación sentimental, le da órdenes muy concisas y esto hace que ella le reproche que su intención es mantenerla ocupada y lejos de él.
Sobre estas sutilezas en las relaciones entre los personajes es que están montados los sucesos que convierten a Santa y Andrés en una película compleja ante la cual tenemos que aprender a posicionarnos.
Santa y Jesús son personajes que representan, por su compromiso y participación, a la Revolución, pero ninguno de los dos “son” la Revolución en su sentido más abarcador y trasformador de toda la sociedad. Santa es una mujer sola y marcada por un infortunio familiar que se encuentra inmersa en un proceso de crecimiento y comprensión del mundo y de la sociedad en que vive; Jesús, por su parte, es un hombre cosificado, comprometido y visceral en la defensa de los principios a los cuales se ha entregado con convicción; en esa dicotomía, la enunciación del filme se bifurca en dos rostros y en dos maneras de vivir, entender y defender, el proyecto liberador de la Revolución cubana. Santa y Andrés podrían haber sido “Santa y Jesús”, pero entonces sí habría sido una película sobre la confrontación entre interpretaciones y prácticas ideológicas, y no la película sobre el acercamiento entre las diferencias que se propone ser.
Por eso es un error de lectura interpretar el diseño del personaje de Jesús como un ataque contra la Revolución. Jesús, repito, no es la Revolución, es una manera de entenderla y defenderla que esta película y su realizador cuestionan y proponen discutir.
Por eso la protagonista es Santa. Ella es el personaje que crece, que se transforma, ella es la que le pide a Andrés que se quede, ella es la que confía en la solidaridad, en el mejoramiento humano, en una sociedad inclusiva con todos y para el bien de todos.
Por eso todo depende de la silla con que carguemos para sentarnos a verla y de nuestra capacidad para cuestionarnos, una vez más: ¿qué fuimos?, ¿qué somos?, ¿qué queremos ser?
Si miramos a Andrés y a toda la película desde la silla de Santa, aprenderemos a ver más allá de las apariencias, de los pre-conceptos, de los condicionamientos. El arte es un espejo que no siempre nos devuelve nuestra mejor imagen, pero cuando esto sucede lo que nos propone es tomar distancia y reflexionar.
Yo me quedo con la femineidad interior de Santa, con la belleza irradiante de la flor, con la delicadeza suicida del colibrí.
Por eso al final, cuando uno escucha “El colibrí y la flor” sobre los créditos, yo no pude dejar de sentir que esa flor era Cuba…
Yo soy el colibrí si tú me quieres
Mi pasión es ser torrente
Y tú la flor